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La Dra. Neris Rodríguez, en el marco de los actos conmemorativos del 80 aniversario del Natalicio del Che Guevara, disertó sobre el tema Che: La felicidad de luchar por las ideas, en acto organizado por FRENADESO el pasado martes 3 de junio, en el Salón de actos de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá.
A este importante evento asistieron Miguel Angel Candanedo, Secretario General de la Universidad de Panamá, y los compañeros Félix Luna y Leonel Urbino de la Embajada cubana.
Los asistentes tuvieron la oportunidad de profundizar en uno de los tantos aspectos de la grandiosa vida de este héroe latinoamericano.
Junto a la Dra. Rodríguez, estuvieron en la mesa principal los compañeros miembros de la Dirección Nacional de FRENADESO, Silvestre Díaz (CIDPA) y Saúl Méndez (SUNTRACS).
La Dra. Neris Rodríguez es directora del Centro de Estudios Cuba Caribe (CECUCA) y de la Cátedra del Che de la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba y formó parte de una misión cultural que integraron además, la Dra. Kenia Dorta de la Universidad de Oriente y Samuel Furé de la Universidad de La Habana, quienes ofrecieron conferencias sobre el Che y temas culturales a dirigentes sindicales y sociales, así como a estudiantes y profesionales.
La actividad se enmarca dentro del proceso permanente de capacitación y debate que desarrolla FRENADESO entre sus miembros para forjar cuadros revolucionarios dispuestos a cumplir la imperiosa tarea de la liberación nacional y social de nuestro pueblo.
A continuación, la ponencia de la Dra. Neris Rodríguez
Che: La felicidad de luchar por las ideas.
Dra Neris Rodríguez Matos1.
El presente trabajo tiene por objetivo fundamental reflexionar acerca de la manifestación en el Che sobre lo que Fidel Castro Ruz denomina la felicidad de luchar por las ideas.
De hecho, el estudio de esta temática es de connotada importancia en la contemporaneidad, donde las realidades sociales, políticas y económicas en general constituyen el resorte esencial de las diferentes percepciones y comportamientos humanos en los distintos espacios socio históricos, precisamente en un mundo convulso, donde las ideas del bien y del mal se enfrentan hasta el nivel de poner en peligro la propia existencia humana.
En Cuba, sociedad que lucha por la construcción de un proyecto de justicia social centrado en el bienestar y disfrute de la vida humana, luchar por las ideas que conducen a ello es parte del quehacer cotidiano. No es ya un secreto que nuestra sociedad se ha convertido en un ejemplo de lo que los pueblos son capaces de conseguir cuando saben de dónde provienen y a dónde quieren ir, cuando saben y tienen claridad de cuáles son los resortes materiales y espirituales que compulsan sus actos. Por ello, buscar esencias, modos de reflexión, formas paradigmáticas de hacer en las concepciones del Che, escudriñar en su satisfacción personal por lo que consideraba su más sagrado deber; es una necesidad de los tiempos en que aun padecemos las secuelas del llamado período especial. Hacia ahí van nuestros esfuerzos, los que de seguro se alistan en el momento actual de discusión de nuestras realidades, en que la lucha debe ser sostenida y responsable contra nuestras propias deficiencias y contra el enemigo histórico, en el momento en que la batalla de ideas es un arma fundamental para orientar el progreso social de la nación, en el camino hacia el logro de la felicidad humana, el cual está impregnado de abrojos y espinas, para llegar a ciertas alturas2, tal y como nos enseñó hace mucho tiempo Don José de la Luz y Caballero.
Urge apoderarnos del pensamiento del Che para que nos ayude frente a los retos de nuestro tiempo americano y mundial, cargado de amenazas terroristas, guerras infortunadas, medio ambiente amenazado, vida humana en peligro de extinción, globalización neoliberal, y como respuestas, nuevos hitos de victorias.
Naturalmente que conocer y sistematizar esta faceta en la vida del Che no es una tarea que pueda sustraerse de toda su rica obra teórica y práctica, la cual acompañó su sentido de la felicidad. Pues omo bien dice Martínez Heredia, en él se concreta el ideal del pensamiento revolucionario de nuestra época, mediante la gran capacidad de «combinar la interpretación científica social de los procesos con la ética revolucionaria, la investigación con la conducta, los juicios con los valores y el criterio teórico con la conducción y educación de las masas»3 , lo cual es fiel expresión de sus ideales y sentimientos más profundos. En todo ese ideal se entrelaza y materializa su sentido del disfrute humano, del bienestar y la felicidad, por lo que no podrá abordarse de manera aislada como decíamos, porque le es consustancial a todo su quehacer revolucionario.
Esta no pretende ser una reflexión regodeada en las teorías. A ellas las necesitamos siempre, ante todo para argumentar y delimitar nuestro punto de referencia, nuestro objeto de estudio o nuestro campo de acción, como expresamos en el lenguaje común los docentes e investigadores. Por ello, sin menosprecio de su valor heurístico, serán utilizadas aquí de manera escueta, sólo con esos fines, pues nos interesa saber, ya a más de cuarenta años de la desaparición física del Che, y entrando en su ochenta aniversario en el año 2008, si un hombre como él puede calificarse y considerarse un hombre feliz, cuál es el basamento de las ideas que sostiene para sentirse y vivir como tal.
¿Experimentaba el Che en su vida la felicidad?
El Che era descendiente de uno de los virreyes que gobernó el Perú en el siglo XVIII4, era un hombre procedente de una familia con recursos económicos decorosos para vivir y por lo tanto, con posibilidades de estudiar y trabajar tranquilo como médico en su patria natal. Por demás, como sabemos, padecía de asma desde los dos años de edad y podría haber disfrutado de cuidados y mimos especiales solamente por esta causa, aún y cuando conocemos muchas otras de sus cualidades y virtudes humanas que así lo justificaran. Sin embargo la vida que escogió fue totalmente distinta y llena constantemente de riesgos, retos e inconmensurables desafíos. ¿Era aún así feliz?
¿Qué es la felicidad? Sin realizar una búsqueda muy compleja en la bibliografía contemporánea, podemos obtener a primera vista una definición inicial que según el diccionario Cervantes5, felicidad significa tener dicha, prosperidad, y ser feliz, consecuentemente con lo anterior, es ser dichoso y afortunado. Se refiere a la denominación cotidiana del estado experimentado por los individuos en momentos de particular alegría, de renovadas fuerzas espirituales ante un éxito, momentos de esperanzas.
El contenido de la felicidad ha sido preocupación de los hombres desde sus primeras reflexiones vinculadas al comportamiento humano. Así encontramos, por ejemplo, en una obra tan antigua como la Ética a Nicómaco, escrita por Aristóteles en el siglo IV a.n.e dedicada a su hijo Nicómaco, (consta de diez libros) que su contenido versa sobre la felicidad. Está considerada una de las dos obras fundamentales en que posteriormente se basó la ética occidental. Para Aristóteles, « aunque la opinión general coincide en que la felicidad constituye el «bien supremo», a la hora de definirla cada uno manifiesta su punto de vista.(
). El bien es, pues, el fin último de nuestras acciones y consiste en «una actividad del alma en consonancia con la virtud»66
Ética a Nicómaco.
Microsoft® Encarta® 2007 [DVD],
Microsoft Corporation, 2006,
.
Ateniéndonos al fuerte componente ético- filosófico de la etimología, - como acabamos de ver -, es menester asumir la concepción de felicidad en toda su complejidad, pues en relación con la importancia que adquieren los factores que explican y fundamentan el logro de la mejoría humana, frente a los acuciantes problemas del desarrollo de la humanidad, hoy día se están presentando serios argumentos para incorporar las dimensiones del bienestar y la felicidad en los indicadores económicos nacionales. 7
El problema de crear indicadores totalmente mensurables para tales fines es una tarea aún pendiente en su precisión. A nuestro juicio, valdría la pena continuar estas investigaciones, pues a fin de cuentas la existencia humana en el mundo convulso de inicios de del siglo XXI está necesitada de todo cuanto pueda implicarle su permanencia sostenible en el planeta. No obstante lo anterior, al abordar la felicidad aquí nos referiremos a ese estado espacial de disfrute de la personalidad humana por el logro de fines, objetivos, ideales. Es decir, nos atenemos a la felicidad como un valor humano. Entender el valor como la significación socialmente positiva8 es verlo contribuir al proceso social, al desarrollo humano. Esto quiere decir, que la significación socialmente positiva del valor está dada por el grado en que éste exprese realmente un redimensionamiento del hombre, de las relaciones en que vive, y no de sujetos aislados, grupos o clases sociales particulares. Esta objetividad del valor trasciende los intereses particulares, para ubicar en el centro al hombre como género. Pero ello no es suficiente, pues su objetividad depende de la subjetividad y su carácter social, de la individualidad, y viceversa, quiere decir, que en el centro de la comprensión de los valores están las relaciones entre lo objetivo y lo subjetivo y entre lo individual y lo social.
La felicidad, por tanto, como categoría y valor moral tiene un carácter socio histórico, la misma «no puede verse como el estado sereno de permanente tranquilidad del espíritu, como la mesura y el sosiego de la existencia «9, ella implica un valor humano por el cual hay que luchar constantemente.
La felicidad es por tanto paradójica: La misma se logra a través de un proceso de superación dialéctica de infelicidades, lo cual presupone enfrentarse a las circunstancias desagradables, a las preocupaciones que de ellas se derivan, y por tanto requiere la disposición y habilidad no sólo para soportar los momentos de insatisfacción sino de vencer los estados de ánimo y emociones negativas, arriesgarse, movilizarse en los momentos necesarios de ser fieles a un ideal. De este modo, la felicidad está en esa cadena de lucha infinita por superar la debilidad propia, la intención de capitular ante cualquier revés, está en las satisfacciones de objetivos personales y// 0 sociales. Esto da significado al aforismo de Carlos Marx: la felicidad está en la lucha. De ahí que la persona heroica encuentre la felicidad en el cumplimiento del deber, en la lucha por mejorar la sociedad. 1010 Ver: Titarenko Alexander I:
Ética Marxista
.
Ediciones ENSPES,
La Habana
, Obra en dos Tomos, Tomo 2, 1983, p.307-308
Al respecto José Martí decía: «causas que producen felicidad, inefable y genuina dicha, hay varias en la vida, y ninguna impura». Comprendió la felicidad en su sentido amplio, desbordando los aspectos psicológicos, y sociológicos del concepto : «Feliz quien pensó lo bello, sintió lo grande, amó a mujer, sirvió a la patria, habló su lenguaje, escribió un libro (
) enamoró y canta agradecido de la buena forma, del buen empleo de la existencia»11. No dejó dudas el maestro a reduccionismos injustificados insistiendo en que «la felicidad llega a través del trabajo y la prudencia»12, y para elevar su concepción, definitivamente incluye aclaraciones que nos permiten entender aún más el hilo conductor de su ética revolucionaria: «La felicidad tiene garantía sólida en el concepto de independencia y dignidad humanas»13 .
Frente a los escépticos de cualquier tiempo, aseveró Martí que «la felicidad existe sobre la tierra y se la conquista con el ejercicio prudente la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad. El que la busque en otra parte, no la hallará; que después de haber gustado todas las copas de la vida, sólo en esas se encuentran sabor»14.
La felicidad entonces implica una lucha constante por las ideas en las cuales se cree. «La vida sin ideas de nada vale. No hay felicidad mayor que la de luchar por ellas15, ha aseverado y demostrado Fidel Castro. «Las ideas políticas de nada valen si no hay un sentimiento noble y desinteresado. A su vez, los sentimientos nobles de la gente de nada valen si no hay una idea correcta y justa en qué apoyarse1616
Fidel Castro,
Fidel y la religión. Conversaciones con Frei Betto,
Oficina de publicaciones del Consejo de Estado,
La Habana
, 1985, p. 187.»
A partir de lo anterior, podemos mostrar la felicidad experimentada por el Che en cada momento de su vida, en la lucha por los ideales en los cuales creía desde muy temprano.
Si partimos de entender la felicidad como el proceso de concientizar la necesidad de luchar incansablemente en pos de las ideas en las que se cree, cuando estudiamos la personalidad del Che puede constatarse que fue un hombre enteramente dedicado y esforzado en ese duro bregar que tuvo en su vida, pues el Che experimentaba la felicidad a través de la entrega en cuerpo y alma al cambio revolucionario que demandaba su tiempo y «tuvo tal trayectoria vital que se le considera justamente modelo de revolucionario, firmó con su sangre sus ideas y tiene un extraordinario prestigio y atractivo como una de las personalidades descollantes de este siglo»17
Sólo la abnegación mostrada en sus 39 años de edad nos puede dar una idea de la entrega al objetivo esencial que se trazó.
En esos años, independientemente a la enfermedad que siempre le acompañó, realizó estudios en todos los ciclos de enseñanza y en tiempo récord cursó su carrera de medicina, realizó estudios en varias esferas: económica, política y social, fue un profundo investigador científico, se incentivó por la arqueología, la Historia, la literatura y la poesía, trabajó como sobrestante de obras, enfermero de barcos, fotógrafo, médico, luchó como guerrillero en Cuba, África y Bolivia, fue Ministro del Banco Nacional de Cuba y Ministro de industrias. Fue un trabajador incansable en la agricultura cañera, en la construcción, y como todos conocemos creó el trabajo voluntario en el cual siempre dio su ejemplo personal. Viajó por Argentina y América a pie, en moto, bicicleta, camión, tren, avión, viajó por el mundo representando a Cuba, practicó varios deportes: rugbi, golf, natación, equitación, fútbol, esgrima, béisbol, gimnasia, patinaje, boxeo, tenis alpinismo y llegó a ocupar primera categoría de ajedrez, e inclusive, aprendió a pilotear.
Recuérdese que conjugaba su quehacer con la gran avidez que tenía desde muy joven por la lectura, se enfrenta con toda una gran diversidad de literatura en su mantenida ansiedad de conocer América y el mundo, así como también la las distintas corrientes de pensamiento, las que asume con profundidad.
Esa búsqueda incansable lo lleva a sus viajes por América, de cuyos relatos ha dicho con toda brillantez Cintio Vitier que «ha de ofrecer a los jóvenes de corazón la imagen jovial, divertida y seria, mordaz y cercanísima hasta casi sentir la risa, el tono de voz, el jadeo del asma, de un joven como ellos que supo llenar de juventud toda su vida, que supo madurar su juventud sin marchitarla»18.
Así podemos constatar en esa eterna juventud una extraordinaria fuerza de voluntad para enfrentar su enfermedad y en general los avatares de la vida, una entrega al autoperfeccionamiento humano, por lo cual Martínez Heredia con toda razón asevera que la primera gran obra del Che fue él mismo19. Ese constante perfeccionamiento le permitía colocarse al servicio de la causa de los demás, a los intereses colectivos, lo que se advierte tanto en las relaciones familiares como en las camaraderiles y sociales en general. Marta Pérez-Rolo González en su artículo Una mirada al joven Ernesto: Lecturas y viajes20, explica toda su especial dedicación, por ejemplo, con solo 17 años, en la elaboración de su diccionario filosófico, «porque descubrió que los estudiantes y él mismo lo necesitaban»21. Ya después del triunfo revolucionario, en viaje desde la India expresa esa misma idea mucho más madura a Doña Celia:
Se ha desarrollado mucho en mí el sentido de lo masivo en contraposición a lo personal, soy siempre el mismo solitario buscando mi camino sin ayuda personal pero tengo ahora el sentido de mi deber histórico. (...)mis amigos son amigos mientras piensen políticamente como yo y sin embargo estoy contento, me siento algo en la vida, no sólo una fuerza interior poderosa, que siempre la sentí sino también una capacidad de inyección a los demás y un absoluto sentido fatalista de mi misión me quita todo miedo22.
María del Carmen Ariet analiza cómo desde muy joven se produce el contacto del Che con la literatura Marxista,23 , expone cómo evolucionan su pensamiento y su vida, lo cual también constituyó un importante resorte para la comprensión de los problemas del mundo de su tiempo, a entender los problemas de los pueblos de América y del universo en general, a comprender la esencia del imperialismo norteamericano y las secuelas de su dominio por América, a penetrar en su «entraña corroída y pestilente24», a entender la realidad de un modo diferente y, consecuentemente, asumir una decidida actitud de entrega al logro del necesario cambio, donde política y ética conformarían un monolítico que trasciende hasta hoy día. Así encontramos que en el crisol de su formación «sus puntos de partida son una mezcla de sensibilidad y de entrega temprana a la causa de los excluidos de América Latina, que le permiten trascender a su clase y al destino individual que ella podría ofrecerle»25
Conocemos que durante su estancia en México, el Che se dedicó a sistematizar el estudio del Marxismo, por lo que insistentemente exponía a su madre desde aquél país la definida orientación científico-ideológica de su misión futura a partir del mismo: «Ahora San Carlos es primordial (Se refiere a Carlos Marx), es el eje, y será por los años que el esferoide me admita en su capa más externa»26. Se nota la alegría, el disfrute de la realización personal de sus sueños. Efectivamente, «San Carlos ha hecho una explicada adquisición»27
No hay dudas de que, además de su autorreconocida filiación marxista que ya se expresa con nitidez, ella constituía parte importante del basamento ideológico de su entrega total a la causa que la misma tiene como esencia.
Si quisiéramos presentar algunos otros momentos de su búsqueda incansable de la verdad, de su felicidad, muchos podrían ser las muestras del convencimiento acerca de la orientación concreta de sus aspiraciones e ideales. Veamos cómo ya mucho antes de venir a Cuba, El 10 de diciembre de 1955, desde Costa Rica, en carta a su tía Beatriz: le dice:
Tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruirt convenciéndose una vez más de lo terrible que son estos pulpos capitalistas. He jurado (
) no descansar hasta ver aniquilado estos pulpos capitalistas. En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico (
) Te abraza, te besa y te quiere tu sobrino, el de la salud de hierro, el estómago vació y la luciente fe en porvenir socialista.28
Ese convencimiento lo reitera al despedirse de su familia desde Méjico con destino a nuestro país, donde sella su compromiso con el plan inmediato y mediato al que dedica su vida:
«Mi futuro está ligado a la Revolución cubana. O triunfo con ésta o muero allá (...).
Si por cualquier causa que no creo no puedo escribir más y luego me toca las de perder consideren estas líneas como de despedida, no muy grandilocuente pero sincera. Por la vida he pasado buscando mi verdad a tropezones y ya en el camino y con una hija que me perpetúa he cerrado el ciclo. Desde ahora no consideraría mi muerte una frustración, apenas como Hikmet: Sólo llevaré a la tumba la pesadumbre de un canto inconcluso».2929 Adys Cupull y Froilán González,
Un hombre bravo, p. 79.
Nótese que el Che concibe su posible muerte como una interrupción de sus ansiados sueños de continua lucha por la liberación de los pueblos oprimidos, como un canto inconcluso en las alamedas históricas que se la propuesto transitar.
De este modo, las experiencias de los viajes por el continente americano, - en especial su contacto con la pobreza de sus pueblos -, la estancia en la Guatemala de Jacobo Arbens, su incorporación a la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, donde además de desempeñarse como médico y guerrillero, asume ser maestro, odontólogo, estratega, «donde era el primer voluntario para cualquier misión difícil»30, sus múltiples responsabilidades en el Estado Cubano una vez que triunfa la revolución, su participación en la lucha en el Congo primero y luego en Bolivia; todos esos momentos, constituyeron evidencias suficientes de que era un hombre consagrado a sus más profundos anhelos.
Fidel Castro ha expresado en muchas ocasiones las características esenciales del Che. Siempre lo ha caracterizado como una persona de gran integridad moral, de ideas profundas, cumplidor riguroso y metódico de sus deberes, un hombre que predicaba con el ejemplo en las distintas tareas que realizaba, hombre que, «desde que estabamos en México y se incorporó a nuestro movimiento, me hizo prometerle que después de la victoria de la revolución en Cuba, se le autorizara a volver a luchar en su patria o por América Latina»31.
En las propias obras, escritos, discursos y correspondencias del Che, podemos encontrar la deducción nada compleja a la pregunta inicial que conduce nuestro análisis. Su convencimiento decidido e interiorizado por participar en la lucha revolucionaria de Cuba estaba inspirado en los mejores ejemplos de la historia universal que había estudiado y asimilado, así como en los de nuestra historia patria. Recordemos lo manifestado a su madre en una de sus cartas: «y en tren de hacer admoniciones, una final: la madre de los Maceo se lamentaba de no tener más hijos para ofrecer a Cuba. Yo no te pido tanto, simplemente que mi precio o el precio de verme no sea algo que esté contra tus convicciones o que te haga arrepentir algún día32 . En otra misiva le expresa cuáles serían jerárquicamente los objetivos y fines de su vida: «Tenía que llegar a una serie de conclusiones que se daban de patadas con mi trayectoria esencialmente aventurera: decidí cumplir primero las funciones principales, arremeter contra el orden de cosas, con la adarga al brazo...»33
.Hoy no son necesarias las interpretaciones acerca de su decisión de cumplir primero con las funciones que implicaban entregarse por completo, a cambiar el orden de cosas imperantes. «Arremeter contra el estado de cosas» coloca al Che desde entonces ante un descubrimiento social que expresa su mayor trascendencia en nuestro tiempo: «para ser médico revolucionario lo primero que hay que tener es revolución»34, conclusión que extrajo también en plena juventud. Para constatar su profunda convicción acerca de ello, nada más elocuente que aquella correspondencia que escribe a su progenitora, donde le explica que en Guatemala podría hacerse muy rico pero «hacer eso sería la más horrible traición a los dos yo que se me pelean dentro, el socialudo y el viajero»35
La decisión de luchar definitivamente por sus convicciones las deja muy claras otra vez, tratando de tranquilizar a su angustiada madre, luego de los sucesos de la prisión en Méjico: «es cierto que después de deshacer entuertos en Cuba me iré a otro lado cualquiera y es cierto también que encerrado en el cuadro de una oficina burocrática o en una clínica de enfermedades alérgicas, estaría jodido...»36 Para no dejar dudas le reitera en otra misiva que «cuando a uno lo toma la enfermedad que yo tengo parece que se va exacerbando y no lo suelta hasta la tumba(...)37.
Si conocemos la aprehensión de la realidad que le calaba muy hondo y le permitía llegar a tales conclusiones, no hay dudas que comprendemos, por un lado, los especiales sentimientos que despertaban en él tales decisiones, tanto para la lucha revolucionaria y transformadora al interior de Cuba como por la realidad de América y del mundo.
Está demostrado que la conformación de la concepción ética del individuo está marcada por la unidad indisoluble, por el imprescindible vínculo existente entre razón y sentimientos.38
Tales sentimientos los expresa con nitidez y quedan para la historia de nuestro quehacer en la construcción de la sociedad nueva: «Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad.»3939 Ernesto Che Guevara,
El socialismo y el hombre en Cuba,
Escritos y discursos, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana
, 1977, Tomo VIII, p. 269-270.
, y entendía la dialéctica propia de ese sentimiento en su connotación sociopolítica: «Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; este debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo. (...). No puede descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita.40.
Aquí el Che nos transmite lecciones de gran valor para todos los sujetos sociales involucrados en este apasionante momento de participar activamente en las tareas de la Revolución cubana y de las Revoluciones en Latinoamérica, de formar ese hombre nuevo que el Che diseñó y fue su primer arquetipo socio histórico. Son reflexiones que necesitamos tanto ayer como hoy para enrumbar los destinos del país, en los que estamos comprometidos, para sacar a la luz cada día el papel de nuestro pueblo y «su capacidad de crecerse hasta la altura que demanda cada reto, por grande que sea», como ha expresado el compañero Raúl Castro»41. Ahí está la obra inspiradora a la que se dedicó el Che, como una gran escuela. Esos sentimientos de amor él mismo los experimentó y los manifestó durante toda su vida además, en otras esferas: en la gratitud y fidelidad ante sus amigos, ternura camaraderil hacia los padres, confidencia y cariño ante su compañera de la vida, como padre conductor.
La carta de despedida del Che a Fidel nos legó una vez más la gran misión histórica que se había conformado desde muy joven. Entender el mensaje de que otras tierras del mundo reclaman el concurso de sus modestos esfuerzos...42 era confirmar el anhelo libertador, humanista, solidario e internacionalista que bullía en su interior. Esa máxima aspiración no era entendida como algo forzado, él mismo reiteradamente lo explica, por ejemplo, ante las complejas circunstancias en que tiene que abandonar la lucha en el Congo: «Para mí quedarme en el Congo no era un sacrificio, ni uno ni los cinco años con que había atemorizado a mi gente, era parte de una idea de lucha que estaba totalmente organizada en mi cerebro».43El Che comprendió que en el Congo la victoria estaba lejana y aún así, él estaba dispuesto a contribuir con ese proceso, a defender sus sueños sin importarle tiempo ni sacrificios, con una entrega tal y una renuncia tal a los anhelos personales de cada hombre, como no encontramos otro igual.44 Esa idea, ese desprendimiento estaba organizado en su cabeza, - como bien se ha demostrado -, desde antes de venir a Cuba y la única condición que pidió: que por ninguna razón de Estado se le impidiera un día dedicarse en cuerpo y alma a aquello que consideraba su más sagrado deber45.
No han faltado los pesimistas con intensión de dogmatizar al Che4646 Ver: Juan Valdés Paz: «Todo es según el color del cristal con que se mira
«. Comentario a La vida en Rojo, de Jorge Castañeda,
Revista Temas
No: 18-19:157-159, Julio- Diciembre de 1999, p. 150-153.
, de entender una actitud «suicida» e irresponsable o una tozudez desenfrenada, sin juzgar las circunstancias históricas del tiempo en que vivió, tanto en el mundo como en el continente africano, ni los más profundos pensamientos y convicciones que acunó desde muy temprano en su vida, ni mucho menos, aquel conjunto de cualidades relacionadas con la heroicidad cotidiana, que le caracterizaban de modo muy particular. Es lo que Fidel Castro Ruz ha llamado «condiciones humanas excepcionales», refiriéndose entre otras al compañerismo, el desinterés, el altruismo, la valentía, la tenacidad, la persistencia en las acciones. Era un trabajador infatigable, cumplidor riguroso y metódico de sus deberes, hombre de gran espíritu, de disciplina, de determinación incontenible para la acción, humanista, el primero en todo, incluso para las tareas más difíciles, «el individuo que se entrega en cuerpo y alma a una causa, el individuo que se entrega en cuerpo y alma a los demás, el individuo verdaderamente solidario (...), el individuo austero; el individuo sin una sola mancha, sin una sola contradicción entre lo que hace y lo que dice, entre lo que practica y lo que proclama».47 El propio Fidel coincide en que «no es fácil conjugar en una persona todas las virtudes que se conjugaban en él (en el Che) (...). Diría que es de esos tipos de hombres difíciles de igualar y prácticamente imposibles de superar. Pero diremos también que hombres como él son capaces con su ejemplo, de ayudar a que surjan hombres como él. 48
Evidentemente el Che era un hombre feliz, un hombre que vivió y obró conforme a sus convicciones, ante todo porque comprendió que «vivir bien y obrar bien no es otra cosa que la felicidad: luego ser feliz y la felicidad están en vivir bien. Y vivir bien consiste en vivir de acuerdo con la virtud. La virtud es por tanto el fin, la felicidad y lo mejor».49 El Che era un hombre feliz y virtuoso, vivía bien porque su acción estaba orientada a interpretar, enjuiciar y transformar su entorno y su propio yo, a intervenir activamente en el perfeccionamiento de la conducta humana en función del perfeccionamiento de la vida social, por ello lucha constantemente por la formación del hombre nuevo, el constructor de la sociedad del futuro. En eso reside gran parte de ese espíritu titánico y esa voluntad estoica, de esa función emancipatoria y desalienadora de su obra, expresión del disfrute del conjunto de los placeres más sagrados de su vida. El principio ético básico que Che considera fundamental en la formación del hombre nuevo es la integración plena del individuo a la sociedad. Para él, la progresiva auto transformación humana comienza con la conversión del concepto yo en el concepto nosotros»50. Ello es expresión de haber interiorizado y decidido el sentido histórico de su vida, el sentido de su deber histórico.
De este modo la materialización de la felicidad en el Che ha sido resultado de la más profunda aprehensión de las necesidades y los problemas de América y del mundo, los problemas relacionados con libertad de los pueblos y la construcción de la sociedad nueva. Todos los que le conocieron y estuvieron a su lado son capaces de comprender «la grandeza de valores humanos implícitos en la vida del Che, expresados en su temprana y permanente decisión de luchar por la humanidad»51, por lo cual se convierte en un luchador social por excelencia. Su felicidad se expresa como la real comprensión de los derechos y goces sociales que hombre en el más alto grado puede disfrutar, en el orden social y político, en el orden humano.
El Che fue muy feliz al brindar su brazo solidario, su fusil libertador, su repulsa a las injusticias, el sacrificio de sus fuerzas, su pasión revolucionaria, su inteligencia natural para la teoría y práctica del socialismo, su amistad profunda, su amor a la naturaleza, a sus seres queridos.
Muchas veces reflexionamos acerca de los fundamentos de esa máxima expresiva de nuestros jóvenes de que «somos felices aquí» y tratamos de reforzar los argumentos de tan sentida y declarada identidad, las fuentes de las cuales se nutre y el contenido que refleja. Ahí están las imperecederas enseñanzas de muchos héroes y mártires, las inconfundibles enseñanzas del Che. Por eso es necesario una y otra vez en ese profundo proceso de educación continua de los sujetos sociales que participamos en la tarea de llevar adelante la Revolución en Cuba, contactar aquellos referentes que puedan ayudar a moldear la conducta humana, trazar pautas bajo patrones de altruismo, desinterés, pasión, sensibilidad y entrega total a la defensa y realización de los ideales. Aquilatar la vitalidad de sus pensamientos y la consecuencia entre éstos y la vida ejemplar, pueden constituir importantes resortes ante las variadas tareas que tenemos por delante.
De hecho como expresamos al inicio, el reencuentro con los valores éticos del Che es una temática recurrente en nuestros días ya que está en el mismo centro de la batalla de ideas que desarrolla nuestro pueblo frente a los complejísimos problemas y contradicciones propios de la construcción de la nueva sociedad en condiciones de «fortaleza bloqueda» por el más poderoso imperio de todos los tiempos. Por todo ello cobra aún mayor fuerza su ejemplo.
No cabe duda de que el Che era un hombre que actuaba como pensaba, y era muy leal a sus propias convicciones52 , un hombre consecuente con sus creencias, de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades53, un hombre capaz de trascender paradigmáticamente para los hombres progresistas de estos y los venideros tiempos, los que creemos que un mundo mejor sí es posible y que para ello debemos avizorar la luz desde el hondón americano y marchar en apretada unión, con nuestro esfuerzo y entrega cotidianos por nuestro más sagrado ideal de justicia para el hombre, tal y como lo deseó y materializó, pues estamos conscientes de que «caminamos sobre historia pura de la más alta categoría americana; somos futuro y lo sabemos...»54 y eso entraña un serio compromiso donde el ejemplo del Che tiene un valor incalculable, el valor de toda fuente nutriente, porque «los hombres que se destacan de manera singular no podrán hacer nada si muchos millones, iguales que él no tuvieran el embrión o no tuvieran la capacidad de adquirir esas cualidades»55. Por esa felicidad que disfrutó el Che y que nos insta e impulsa hoy, por la felicidad que nos invade «la causa del Che triunfará, la causa del Che está triunfando»56.
Notas
1 Neris Rodríguez Matos: Doctora en Filosofia. Profesora Titular. Presidenta de la Cátedra Ernesto Che Guevara de la Universida de Oriente. Directora del Centro de Estudios Cuba Caribe «Dr. José Antonio Portuondo» de la Facultad de Ciencias Sociales de dicha institución.
2 Aforismos de Luz y Caballero, Pensamientos inéditos y un magnífico artículo de Martí, Biblioteca Popular de clásicos cubanos, Editorial Lex, La Habana, 1060, p.83.
3 Fernando Martínez Heredia, Che, El socialismo y el comunismo, Casa de las Américas, La Habana, 1989, p.13.
4 Adys Cupull y Froilán González, Canto inconcluso, Editora Política, La Habana, 1998, p.7.
5 Alvero Francés, F.Cervantes. Diccionario Manual de la lengua española. Editorial pueblo y Educación, La Habana, p.332-333.7 Frank Bracho: La Felicidad como el Mayor Valor Humano, International Seminar on Operationalizing Gross Nacional
Happiness, Bhutan, February 2004.
8 Ver: José Fabelo Corzo, Práctica, conocimiento y valoración, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1989.
9 Titarenko Alexander: Ética Marxista. Ediciones ENSPES, La Habana, Obra en dos Tomos, Tomo 2, 1983, p.307.
11 José Martí, «Escenas mexicanas», Obras completas,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, Revista Universal, Méjico, 2 de septiembre de 1875, T6, p.310.
12 José Martí: Mariano Fortuna. Obras completas, 27 de mayo de 1881, T, 28, p. 120.
13José Martí:» Escenas mexicanas». Obras completas Revista Universal, México, 4 de junio de 1875, T6, p.222.
14 José Martí: Maestros ambulantes, Obras completas, Las Américas, Nueva York, Mayo, 1884, T8, p. 289.
15 Fidel Castro Ruz , Reflexión del Comandante en Jefe, 31 de Julio 2007. Material de Estudio Septiembre 2007, Editora Política, La Habana, 2007, p.4.
17 Fernando Martínez Heredia, Che,
El socialismo y el comunismo, Casa de las Américas, La Habana, 1989, p.14.
18 Cintio Vitier, Prólogo escrito a Notas de viajes, de Ernesto Che Guevara, Centro latinoamericano Che Guevara, La Habana, 1993.
19 Fernando Martínez Heredia, Pensador de la praxis, América Latina NO. 12, Buenos aires, 1997.
20 Ver: Marta Pérez- Rolo González: «Una mirada al joven Ernesto»: Lecturas y viajes.
Revista Temas No. 44, Octubre- Diciembre 2005, Nueva época, p. 148-155. Allí podrá profundizarse en el contacto del Che con la literatura Marxista y en especial la elaboración de su diccionario filosófico, así como otras temáticas de interés en su inquieta juventud.
21 Marta Pérez- Rolo González: «Una mirada al joven Ernesto: Lecturas y viajes. Revista Temas No. 44, Octubre- Diciembre 2005, Nueva época, p. 149. La autora se refiere a una entrevista de Eduardo Galeano con el Che en el año 1964.
22 Adys Cupull y Froilán González, Canto inconcluso. Editora Política, La Habana, 1998, p.119.
23 Puede profundizarse al respecto en las investigaciones de María del Carmen Ariet, Coordinadora científica del Centro de Estudios Che Guevara, especialmente se recomienda: Che. Pensamiento político. Editora Política, La Habana, 1988. Podrá consultarse su reporte de investigación «Una aproximación a la evolución y desarrollo de la vida y obra de Ernesto Guevara», del a{o 2001. (Obra citada por Marta Pérez- Rolo González: «Una mirada al joven Ernesto: Lecturas y viajes «. Revista Temas No. 44, Octubre- Diciembre 2005. Nueva época, p.155.
24 Al respecto de su formación marxista puede profundizarse además en: Cien Horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet, Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, Tercera Edición, La Habana, p.197.
25 Fernando Martínez Heredia, Che, El socialismo y el comunismo, Casa de las Américas, La Habana, 1989, p.40.
26 Adys Cupull y Froilán González: Canto inconcluso. Editora Política, La Habana, 1998, p.95.
27 Adys Cupull y Froilán González, Canto inconcluso, Editora Política, La Habana, 1998, p.93..
28 Adys Cupull y Froilán González, Un hombre bravo, p. 51
30 Cien Horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet . Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, Tercera Edición., La Habana , p.201.
31 Fidel Castro, Fidel y la Religión. Conversaciones con Frei Betto, Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1985, p.197.
32 Adys Cupull y Froilán González, Un hombre bravo, p. 83.
33 Adys Cupull y Froilán González, Un hombre bravo,p. 83
34 Ernesto Che Guevara, El médico revolucionario, Obras (1957-1967), Editorial Casa de las Américas, La Habana, 1970, tomo II, p.71.
35 Ernesto Che Guevara, «Carta a su madre del 10 de Mayo de 1954", en, Ernesto Guevara Lynch. Aquí va un soldado de América., Editorial sudamericana Planeta, Argentina, sexta edición, 1987, p.54.
36 Adys Cupull y Froilán González, Canto inconcluso, Editora Política, La Habana, 1998, p.91.
37 Adys Cupull y Froilán González: Canto inconcluso, Editora Política, La Habana, 1998, p.91.
38 Ver Elena Díaz y Delia Luisa López: «Ernesto Che Guevara: Aspectos de su pensamiento ético», en, Pensar al Che, Editorial José Martí, La Habana, 1989, p.152-153.
40 Ernesto Che Guevara: El socialismo y el hombre en Cuba, Escritos y discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, Tomo VIII, p. 269-270.
41 Raúl Castro Ruz,. Discurso el 26 de Julio del 2007 en Camagüey, Material de Estudio Septiembre 2007, Editora Política, La Habana, 2007, p. 1.
42 Ver: «Carta de despedida del Che a Fidel», en Adys Cupull y Froilán González: Un hombre bravo, p. 290.
43 Ernesto Che Guevara, Pasajes de la Guerra revolucionaria: Congo, Editorial Grijalbo Mondadori S.A. Barcelona, 1999, p. 308.
44 Ver: Neris Rodríguez Matos, «Ernesto Che Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo. Una aproximación preliminar» en, Por los Caminos del Che, Libro inédito, p. 8.
45 Ver: Fidel y la religión. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1985. Ver además la carta que le envía Fidel Castro al Congo, en, Ernesto Che Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo. p.15 a 19.
47 Ver: Fidel Castro, Discurso en el acto central por el XX aniversario de la caída del Che, Editorial EMPES, La Habana, 1987, p.12-13.
48 Fidel Castro, Discurso en el acto central por el XX aniversario de la caída del Che, Editorial EMPES, La Habana, 1987, p.13.
49 Aristóteles, Gran ética, Aguilar, Madrid, 1964, pág. 42.
50 Elena Díaz y Delia Luisa López ,» Ernesto Che Guevara. Aspectos de su pensamiento ético», en: Pensar al Che. Editorial José Artí, La Habana, 1989, p. 155.
51 Harry Villegas: Pombo: Un hombre de la Guerrilla del Che, Editora Política, La Habana, 1966, p.4.
52 Ver: Ernesto Guevara: Carta de despedida a sus hijos, en Adys Cupull y Froilán Gonzáles, Un Hombre bravo, p. 292.
53 Ver: Ernesto Guevara: «Carta de despedida a sus hijos», en Adys Cupull y Froilán González, Un Hombre bravo, p. 292.
54 Adys Cupull y Froilán González: Canto inconcluso, Editora Política.,La Habana, 1998, p.123.
55 Cien Horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet., Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, Tercera Edición., La Habana, p.348.
56 Cien Horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet., Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, Tercera Edición., La Habana, p.347.
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